El principio del fin de la personalidad
En 1995 el pintor estadounidense, William Utermohlen, fue diagnosticado con alzhéimer a sus 62 años. Una sentencia de muerte para su identidad artística: la pérdida progresiva de la memoria desvaneció su potencial creativo, su expresión pictórica estaba condenada y se encontraba próxima a sus días finales.
Los síntomas que padecía debido a la demencia provocaron un deterioro en sus capacidades cognitivas. Lo documentado y publicado en Algarabía explica que, “tenía dificultades para concentrarse en acciones simples como atar el nudo de su corbata. Estas señales se habían manifestado tiempo atrás. Su memoria a corto plazo fallaba, no podía recordar hechos recientes y perdía frecuentemente objetos”.
Combatir la pérdida de identidad artística
Durante 1990 y 1993 empezó a pintar su entorno diario con la finalidad de mantener su mente ocupada registrando lo que era su rutina. Sentía la necesidad de grabar en el lienzo aquellas experiencias para probar si todo estaba bien con su estado mental, esto debido a la constante presencia de signos de deterioro, tanto en su psique como en su habilidad para crear obras.
“Conversation Pieces” fue el nombre que le dio a esta serie de pinturas que retrataban su día a día. Según el medio On Art and Aesthetics, “Estas obras, las cuales podían ser apreciadas como una celebración de la vida conyugal entre Patricia y William, describen la calidez y felicidad de su apartamento, junto a la alegría que tomó la pareja en compañía de sus amigos” (traducción propia).
Su esposa fue la persona mas importante al final de su vida, ella lo apoyó en el transcurso de su enfermedad y siempre procuró estar a su lado. Es por esto por lo que su presencia es constante en los retratos de esta serie. Su enfoque es la gente que lo rodea, aquella agradable compañía que puede experimentar mientras aún tenga la capacidad para reconocerlos.
Despedida final expresada mediante el arte
Era cuestión de tiempo para que él y su arte dejaran de existir como lo hacían antes. Es así como el pintor tomó la decisión de documentar aquellos últimos vestigios de su disciplina. El plan era componer uno o varios autorretratos al año, y así dejar un rastro creativo de cómo su persona se iba desvaneciendo.
Este registro pictórico lo desarrolló desde 1996 hasta el año 2000, fecha en que su enfermedad se encontraba en una etapa avanzada. Intentó expresar el trayecto de su identidad artística a la nada: cada pintura de la secuencia representa pérdida, muestra cómo se va extinguiendo la vida de una persona debido al alzhéimer.
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Autorretratos de una mente en pérdida de identidad por el alzhéimer
- 1996 – Su mirada está cubierta de un ligero enfado e incertidumbre.
- 1997 – La figura de su rostro comienza a deformarse. Es una mezcla homogénea de terror y confusión.
- 1998 – Una percepción de la realidad fragmentada impide que pueda plasmar con destreza su reflejo.
- 1999 – El deterioro de sus habilidades cognitivas es definitivo. Su mente no es capaz se procesar su rostro, y solo se remonta a una figura humana abstracta.
- 2000 – La desolación y total pérdida de una personalidad crea un retrato único. Aquella identidad desvanecida lucha por mantenerse a flote entre las cenizas de recuerdos que van desapareciendo.
El olvido es enterrado
Posterior a esto, la fuente biográfica Historia-Arte cuenta que, “William Utermohlen dejó la pintura y continúo dibujando por un par de años. Su esposa y amigos se encargaron de cuidarlo por un tiempo, pero en 2004 tuvo que ser internado en una residencia para ancianos. Falleció en 2007 en el hospital Hammersmith de Londres”.
Todas las imágenes utilizadas en esta publicación pertenecen al difunto William Utermohlen